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 Las katanas gemelas

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Mike
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Mike


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MensajeTema: Las katanas gemelas   Las katanas gemelas I_icon_minitimeMar Oct 19, 2010 6:28 pm

Prologo

Hace mucho tiempo en un pueblo perdido de Japón, oprimido por un señor de la guerra residía un gran Maestro de Armas. Había estado muchos años en la herrería del Emperador, hasta que decidió dejarlo para volver a la tranquilidad del campo, a su hogar. Cuando llegó y vio en qué se había convertido, decidió crear la mejor espada jamás creada. Como era consciente de que ningún samurai sería capaz de desafiar a todo el ejército del Señor de la guerra decidió crear un ninjato, sólo un especialista del asesinato sería capaz de cumplir su venganza.

Pasó días y días solamente trabajando en el arma, sin comer y sin dormir. Tras pasar una semana entera cayó al suelo con la katana delante de él. La empuñadura, o “tsuka”, estaba hecha de madera de roble, recubierta de piel de tiburón antes de colocar las tiras de cuero negro de forma cruzada, para la comodidad del guerrero que la empuñase. La vaina, o “saya”, brillaba con luz propia, un hermoso trabajo hecho de madera negra que había sido cuidadosamente tratada para que el paso de los años le afectase mínimamente, y cuando se retiraba aquella pieza, se podía ver una hoja inigualable, negra de una oscuridad sin limites, su filo brillaba peligrosamente, de una forma fantasmagórica, como si tuviese vida propia.

No era sólo una simple katana, tenía secretos escondidos, que sólo podía conocer su portador, del mismo metal que se forjó la hoja. Dos shurikens que brillaban como estrellas oscuras esperando pegadas al guardamanos su momento de atacar; cuchillos hermanos, preparados para volar hasta su presa y derramar su sangre colocados en los laterales de la “saya”, para poder ser sacados sin desenvainar la espada.

En la punta de la vaina ocultaba un cuchillo, con el peso modificado para que puede ser lanzado con facilidad, además se podía acoplar a ésta para formar una lanza. Y por ultimo, si llegaba el caso, también oculta en la punta de la vaina, un puño de hierro que haría que los golpes resultasen más dolorosos de lo que se puede describir.

- Aún no... aún no es suficientemente poderosa. Daría lo que fuese, daría mi vida por poder crearla.
- Ya la has dado

Una figura rodeada de luces de distintos colores apareció de repente. Podía distinguirse cada vez mejor, las luces brillaban cada vez más y se oía una música celestial de fondo, como si hubiese un coro de ángeles cantando. Mostró su rostro, unos ojos verdes resaltaban una cara blanca con una con unos labios finos y una suave sonrisa.

- Soy el dios de los sacrificios, cumpliré tú deseo si mi poder es suficiente.
- No lo será – Interrumpió una voz nueva.

La respuesta vino desde la otra punta de la habitación, las luces que alumbraban la habitación dejaron de hacerlo, desde las más profundas de las sombras salió una figura oculta en una manta bastante rota y descuidada que sólo dejaba ver una cara de mujer.

- Rashka, diosa de la oscuridad ¿qué haces aquí? –dijo la primera diosa.
- Este hombre está muriendo por un propósito oscuro, tengo tanto derecho como tú a estar aquí.

El hombre ya agónico únicamente dijo una cosa. Rogó a los dioses que le ayudasen. Estos se miraron y asintieron. Cogieron la espada y la pusieron al rojo vivo sin quemar la empuñadura y comenzaron a cederle su poder. Pero ocurrió algo que se escapó de los planes de estos. El maestro, en su último aliento, dio un golpe más a la espada. Esta se dividió en dos iguales, una en cada mano de cada dios por lo que cogieron cada uno ciertas habilidades que le distinguían de la otra. El maestro murió y los dioses se miraron. No estaban dispuestos a dar las dos espadas a un solo hombre y además estas tenían demasiado poder como para destruirlas, y sobre todo ¿cuál debería ser destruida? Los dioses dieron las katanas a dos familias distintas. Estas cooperaron para llevar a cabo la venganza del maestro. Desde entonces los ninjatos han pasado de generación en generación... hasta el día de hoy.
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